La primera mujer en correr Boston Marathon

Todos hemos escuchado la historia de Roberta «Bobbi» Gibb, sin embargo, pocos sabemos qué es lo que realmente la motivó a correr el Maratón de Boston hace más de 50 años.

Roberta Gibb era una ferviente corredora, apasionada por el cross-country, hockey y otros deportes, siempre estuvo involucrada en la disciplina física. A los 23 años, una carta en su buzón postal fue el detonante para abrir una brecha en el maratón que tuvo un ante y un después de «Bobbi» Gibb, la primera mujer en correr el maratón de Boston, sin registro.


«La carta decía que las mujeres no estaban aceptadas en el Maratón de Boston porque era una carrera solo para hombres, además de que el sexo femenino no es capaz de correr dichas distancias», cuenta Gibb sobre la carta que recibió de Will Cloney, director del maratón de Boston en la década de los 60’s. Era el año de 1966, febrero cuando recibió el rechazo en una sociedad que limitaba a las mujeres en todos los aspectos, para «Bobbi», era increíble que en el mundo del running también fueran segmentadas.

«Estaba muy indignada. Es decir, ¿no somos capaces de correr un maratón?, yo podía correr más de 45 kilómetros sin parar».

Toda su vida estuvo ligada al running, corría 12-14 kilómetros diarios con su novio en cross-country; respiraba, comía, soñaba con correr. «Eso me hacía sentir libre como un pájaro, además de sentirme bien y con mucha integridad», dijo Gibb.


Entrenó durante dos años para correr el maratón de Boston, desde el momento en que vio la carrera en la televisión, además de que un día que estuvo en el famoso Wellesley College y se hizo la promesa de que correría un día el maratón, promesa que cumplió en 1966: «Voy a entrenar, correré más, ¡lo voy a hacer», era lo que pensaba cada vez que la meta de correr esta prueba se cruzaba por mi mente. Sí, todo parecía ser miel sobre hojuelas para Gibb, sin embargo, después de correr por más de 700 días seguidos, mudarse a San Diego y casarse, se dio cuenta que la mujeres simplemente estaban rechazadas del maratón de Boston.


«En ese punto, pude pensar: ‘bueno, ni modo. Supongo que no podré correr’. Pero en lugar de eso, mi mente me dijo: ‘¡pues ahora tienes más razones para correr ese maratón!».

Gibb, quien hasta hace un par de años trabajaba como investigadora de neurociencia en la Universidad de San Diego y quien es escultora en San Diego y Boston, aseguró en entrevista para la revista Runner’s World Estados Unidos que la gente no se da cuenta lo que significaba ser rechazada o bloqueada en la sociedad y el deporte por ser mujer. «Era muy difícil ser doctora o abogada, tener un negocio o vivir por tu cuenta. Una mujer no podía tener una hipoteca o una tarjeta de crédito a su nombre. Era claustrofóbico. DE joven vi muchas mujeres recurrir al alcohol y pastillas para aliviar el dolor. Y luego, en la cima de todo, ¿no nos dejaban correr?».


Honestamente, «Bobbi» Gibb no veía la oportunidad de correr el maratón de Boston como una ventana para levantar la voz, pero conforme pasaron las cosas, entendió que el momento era más grande que ella y que correr Boston sería derrumbar creencias y mitos que envolvían a las mujeres.


Ante el rechazo de su padre, Gibb tomó un autobús desde San Diego para viajar más de 4 mil kilómetros. El día de la carrera, dejó que los corredores más rápidos salieran y ella se metió en el grupo, obviamente no pasó mucho tiempo para que los corredores se dieran cuenta de que era una mujer corriendo con ellos, pero para Gibb, uno de los momentos cumbre fue ése, «los hombre me protegían y se sentía el cariño de verme ahí correr». Después, la historia comenzó a hacer ruido en la radio y para cuando se acercaba a Wellesley College, las mujeres simplemente se volvieron para apoyarla; gritaban, lloraban, la vitoreaban. Estaba haciendo historia.


Con el cansancio de más de 40 kilómetros recorridos, nula alimentación e hidratación, Boylston Street estaba electrificante a su llegada, eso la llenó de energía porque el pensamiento de abandonar que minutos antes la agobiaba, ahora se convertía en una muestra del poder que podían tener las mujeres, para ella no había más dudas, a pesar del dolor y de las flaquezas que pudo tener durante la carrera, «Bobbi» Gibb terminó el maratón de Boston en 3:21:40. Con shorts de hombre, tenis nuevos de hombre y los pies ampollados, pero con el orgullo en lo más alto por ser una pionera (lo sabría años después) y abrir la puerta para que las mujeres pudieran correr el maratón de Boston.


«Es un momento que nunca se olvidará, yo no imaginé que algo tan grande sucedería, pero estoy feliz de haber terminado ese maratón y que ahora, 50 años después se vea como un parteaguas para el running y las mujeres».

Todos hemos escuchado la historia de Roberta «Bobbi» Gibb, sin embargo, pocos sabemos qué es lo que realmente la motivó a correr el Maratón de Boston hace más de 50 años.

Roberta Gibb era una ferviente corredora, apasionada por el cross-country, hockey y otros deportes, siempre estuvo involucrada en la disciplina física. A los 23 años, una carta en su buzón postal fue el detonante para abrir una brecha en el maratón que tuvo un ante y un después de «Bobbi» Gibb, la primera mujer en correr el maratón de Boston, sin registro.


«La carta decía que las mujeres no estaban aceptadas en el Maratón de Boston porque era una carrera solo para hombres, además de que el sexo femenino no es capaz de correr dichas distancias», cuenta Gibb sobre la carta que recibió de Will Cloney, director del maratón de Boston en la década de los 60’s. Era el año de 1966, febrero cuando recibió el rechazo en una sociedad que limitaba a las mujeres en todos los aspectos, para «Bobbi», era increíble que en el mundo del running también fueran segmentadas.

«Estaba muy indignada. Es decir, ¿no somos capaces de correr un maratón?, yo podía correr más de 45 kilómetros sin parar».

Toda su vida estuvo ligada al running, corría 12-14 kilómetros diarios con su novio en cross-country; respiraba, comía, soñaba con correr. «Eso me hacía sentir libre como un pájaro, además de sentirme bien y con mucha integridad», dijo Gibb.


Entrenó durante dos años para correr el maratón de Boston, desde el momento en que vio la carrera en la televisión, además de que un día que estuvo en el famoso Wellesley College y se hizo la promesa de que correría un día el maratón, promesa que cumplió en 1966: «Voy a entrenar, correré más, ¡lo voy a hacer», era lo que pensaba cada vez que la meta de correr esta prueba se cruzaba por mi mente. Sí, todo parecía ser miel sobre hojuelas para Gibb, sin embargo, después de correr por más de 700 días seguidos, mudarse a San Diego y casarse, se dio cuenta que la mujeres simplemente estaban rechazadas del maratón de Boston.


«En ese punto, pude pensar: ‘bueno, ni modo. Supongo que no podré correr’. Pero en lugar de eso, mi mente me dijo: ‘¡pues ahora tienes más razones para correr ese maratón!».

Gibb, quien hasta hace un par de años trabajaba como investigadora de neurociencia en la Universidad de San Diego y quien es escultora en San Diego y Boston, aseguró en entrevista para la revista Runner’s World Estados Unidos que la gente no se da cuenta lo que significaba ser rechazada o bloqueada en la sociedad y el deporte por ser mujer. «Era muy difícil ser doctora o abogada, tener un negocio o vivir por tu cuenta. Una mujer no podía tener una hipoteca o una tarjeta de crédito a su nombre. Era claustrofóbico. DE joven vi muchas mujeres recurrir al alcohol y pastillas para aliviar el dolor. Y luego, en la cima de todo, ¿no nos dejaban correr?».


Honestamente, «Bobbi» Gibb no veía la oportunidad de correr el maratón de Boston como una ventana para levantar la voz, pero conforme pasaron las cosas, entendió que el momento era más grande que ella y que correr Boston sería derrumbar creencias y mitos que envolvían a las mujeres.


Ante el rechazo de su padre, Gibb tomó un autobús desde San Diego para viajar más de 4 mil kilómetros. El día de la carrera, dejó que los corredores más rápidos salieran y ella se metió en el grupo, obviamente no pasó mucho tiempo para que los corredores se dieran cuenta de que era una mujer corriendo con ellos, pero para Gibb, uno de los momentos cumbre fue ése, «los hombre me protegían y se sentía el cariño de verme ahí correr». Después, la historia comenzó a hacer ruido en la radio y para cuando se acercaba a Wellesley College, las mujeres simplemente se volvieron para apoyarla; gritaban, lloraban, la vitoreaban. Estaba haciendo historia.


Con el cansancio de más de 40 kilómetros recorridos, nula alimentación e hidratación, Boylston Street estaba electrificante a su llegada, eso la llenó de energía porque el pensamiento de abandonar que minutos antes la agobiaba, ahora se convertía en una muestra del poder que podían tener las mujeres, para ella no había más dudas, a pesar del dolor y de las flaquezas que pudo tener durante la carrera, «Bobbi» Gibb terminó el maratón de Boston en 3:21:40. Con shorts de hombre, tenis nuevos de hombre y los pies ampollados, pero con el orgullo en lo más alto por ser una pionera (lo sabría años después) y abrir la puerta para que las mujeres pudieran correr el maratón de Boston.


«Es un momento que nunca se olvidará, yo no imaginé que algo tan grande sucedería, pero estoy feliz de haber terminado ese maratón y que ahora, 50 años después se vea como un parteaguas para el running y las mujeres».