Cambiar entre temperaturas frías y calientes puede aliviar el dolor, mejorar el flujo sanguíneo y volver a ponerte tus tenis para correr, subirte a la bici o volver a la alberca. Si tu objetivo es entrenar con frecuencia y alcanzar el máximo potencial, la recuperación es clave. Y si bien los descansos totales son una buena ayuda, las técnicas específicas de recuperación ayudan a acelerar el proceso. Te contamos más detalles.
El rodillo de espuma y el ejercicio ligero son enfoques verdaderos, pero hay uno en particular que puede resultar más benéficos: la terapia de contraste. Para explicar por qué, te explicamos qué es lo que ofrece la terapia de contraste, cómo impulsa la recuperación y qué debes tener en cuenta cuando la intentes.
Todo sobre la terapia de contraste
La terapia de contraste es una forma de hidroterapia (a base de agua) que a menudo se usa en entornos de fisioterapia para tratar lesiones. Los atletas, como los triatletas y corredores, también pueden recurrir a la técnica para ayudar a sus músculos a recuperarse de los días intensos de entrenamiento.
Tradicionalmente, el área lesionada o músculos específicos reciben las compresas humedas, alternando entre temperaturas frías y calientes.
Cambiar repetidamente entre agua fría y caliente hace que los vasos sanguíneos se dilaten (expandan) y se contraigan (estrechen), lo que crea un efecto de bombeo. De acuerdo a un estudio publicado en el Journal of Athletic Training en 2018, la forma más común para esta terapia comienza con un baño de reposo de 10 minutos en agua caliente a una temperatura de alrededor de 38 a 40 grados Celsius. Después de eso, alterna entre un minuto en agua fría a 8 a 10 grados Celsius y cuatro minutos en agua caliente durante 30 minutos. Los tiempos pueden variar, a veces con tres minutos en agua caliente y uno en agua fría, pero también puede cambiar según el método de recuperación.
Los beneficios de la terapia de contraste
La ventaja principal es que promueve la reparación de tejidos, que la convierte en una opción para las lesiones y la recuperación posterior al entrenamiento.
En un estudio publicado en el Journal of Athletic Training en 2018, 10 hombres y mujeres sometieron la parte inferior de su pierna izquierda a una sesión de terapia de contraste de 30 minutos. En comparación con la parte inferior de la pierna derecha, que no estaba sumergida en agua, la parte inferior de la pierna izquierda tenía niveles más altos de sangre rica en oxígeno que circulaba por los músculos. Dada la importancia del oxígeno y el flujo sanguíneo para promover la reparación de tejidos, los investigadores creen que estos resultados respaldan el papel de la terapia de contraste en la rehabilitación.
Este tipo de terapia es más útil para la rehabilitación de lesiones menores. La terapia de contraste también puede ayudar a reducir la inflamación y la rigidez de las articulaciones causadas por una lesión. La terapia de contraste también reduce las pérdidas de fuerza en comparación con la recuperación pasiva. Impulsar la circulación y el flujo sanguíneo a través de la terapia de contraste puede mover más nutrientes a los músculos adoloridos y dañados, lo que ayuda a limitar el dolor y mejorar la función.
Los riesgos de la terapia de contraste
Siempre hay riesgos al exponer su cuerpo al calor y al frío. Puedes dañar o irritar tu piel si el agua está demasiado caliente o demasiado fría. Los cambios de circulación que ocurren cuando haces la transición entre las dos temperaturas también pueden hacerte sentir mareado. Para las personas con latidos cardíacos irregulares (arritmia cardíaca) o disfunción del sistema nervioso, la temperatura drástica puede ser demasiado impactante para el sistema. Puede afectar los nervios sensoriales de su cuerpo y, en casos extremos, puede ponerlo en un estado de parálisis.
La terapia de contraste también puede ser riesgosa para las personas con daño en los nervios, como la neuropatía diabética, así como para las personas con presión arterial alta.